Los metales pesados que se encuentran en el río producen insuficiencia renal, colitis, gastritis hemorrágica y hasta cáncer.
Según los últimos datos de la Comisión Estatal del Agua (CEA) de julio de 2020, metales pesados como aluminio, bario, cadmio, fierro, manganeso, mercurio y zinc están por encima de la norma en diversos puntos de monitoreo de afluente ubicados dentro de la cuenca Lerma-Chapala-Santiago.
Por ejemplo, el bario se detectó hasta en 1.08 miligramos por litro (mg/l) en un punto de monitoreo cuando el límite permisible es de apenas 0.01 mg/l. De cadmio hay registro hasta de 0.012 mg/l y lo máximo permitido es 0.004 mg/l.
De mercurio hay hasta 0.0008 mg/l, a pesar de que la norma marca 0.0005 mg/l como límite.
El consumo de los dos primeros contaminantes produce hipertensión e insuficiencia renal, respectivamente, mientras que el mercurio causa colitis, gastritis hemorrágica y lesiones renales, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“La mayoría de muertes por los pueblos por donde cruza el río es por cáncer, enfermedad renal y enfermedades pulmonares y también hay nacimientos con daño fetal y abortos espontáneos”, señaló Enrique Lira, presidente del Foro Socioambiental GDL.
“De las enfermedades, hay infecciones dermatológicas, intestinales, estomacales y oculares. Las poblaciones más afectadas empiezan desde Atotonilco El Alto, sigue Ocotlán, los pueblitos de Poncitlán, Atequiza, Juanacatlán y no digamos en El Salto”.
En diciembre de 2018 el Gobierno del Estado anunció una inversión de 3 mil 418 millones de pesos para el saneamiento del Río Santiago, que ha sido contaminado por más de 50 años.
El Estado identificó 741 empresas que generan residuos, emisiones y descargas en la zona alta de la cuenca y se espera que para 2024 se reduzca la contaminación para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Actualmente registra un 23 por ciento de avance en la construcción, modernización y ampliación de 13 plantas de tratamiento de aguas residuales que sanearán hasta mil 212 litros por segundo.
A inicios de 2018 sólo se saneaba el 64 por ciento de la cuenca.
En la cascada El Salto de Juanacatlán, que une a estos dos municipios, la espuma es evidencia de la contaminación que viaja por el río.